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¡Me perdí en Caracas!

Recuerdo la primera vez que me tocó subirme al metro de Caracas. Tenía cuatro días de haber llegado a la ciudad. Esa mañana, mi prima me acompañó hasta la universidad, que quedaba en Chuao, y yo vivía en El Paraíso, de punta a punta. El regreso debía hacerlo sola, así que ella me explicó lo que tenía que hacer.


Debía bajarme en Capitolio para tomar la camioneta hacia El Paraíso. Al salir del vagón, no sabía cuál era la salida correcta, así que decidí seguir a la gente. Entré en un pasillo y, ¡oh, sorpresa!, me di cuenta de que era la transferencia a otro tren. Cuando finalmente salí, vi un cartel que decía “Avenida Baralt”. Subí por las escaleras y terminé en la parte trasera de la estación. No tenía idea en donde estaba.


En ese momento, recordé las palabras de mi prima con la que vivía: “Si te pierdes, pregúntale a un policía o a una persona mayor”.


Así que vi a un señor mayor con cara amable y le pregunté: “¿Dónde está la Baralt?”. Me dijo: ¡Es todo esto, todo es la Baralt! pero todo me resultaba desconocido, porque en mi mente estaba una tienda grande estaba justo al frente, ahora no recuerdo el nombre de la tienda.


Más adelante, encontré a un policía, y él me preguntó: “¿A dónde vas?”. “Al Paraíso”, le respondí. “Camina hacia allá; allí está la parada”, me indicó.

Esa tarde me pregunté: ¿Por qué vine aquí?.


Sentí miedo, me sentí sola, pero supe que solo era cuestión de práctica, de conocer la ruta con el tiempo.


Luego de eso me perdí unas tres veces más , pero eso me enseñó a orientarme, a estar atenta.


Nunca olvidaré a una señora que me gritó desde su carro porque yo iba cruzando una calle sin darme cuenta de su presencia. Me dijo: “¡Muchacha, avíspate!”. En ese momento, sus palabras me cayeron mal, pero comprendí su mensaje y aprendí a estar alerta. Realmente, me “avispé”.


Al final, tanto en la ciudad como en la escritura, solo hace falta tiempo y un poco de práctica para encontrar nuestro propio camino.

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